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En Hoedspruit, la capital sudafricana de los safaris, los huéspedes de la Reserva Privada de Caza Kapama se adentran en vehículos al aire libre en el corazón y el alma de la naturaleza salvaje, donde cada encuentro es una historia impresionante que espera ser contada.

Dumi, nuestro guía, nos cuenta, mientras nos detenemos en el camino de terracería, que sólo queda una jirafa dentro de la Reserva Privada de Kapama. De repente, y ante nosotros, se encuentra el animal terrestre más alto de la tierra.

“Es increíble lo que vemos; yo lo llamo Geoffrey”, dice Dumi.

Le preguntamos por qué sólo hay una jirafa.

“Dejaron la puerta abierta, y los otros se fueron”, responde con un rostro serio.

Pero hay picardía en sus ojos y nos damos cuenta de que está bromeando. Muy pronto, nuestro grupo de safari se reúne y empezamos a llamar estas bromas “Dumifacts”.

Durante los safaris, nos enteramos de que hay muchas jirafas, casi siempre acompañadas de cebras. Además, logramos avistar el primer día a todos y cada uno de los cinco grandes animales de África: el león, el leopardo, el rinoceronte, el elefante y el búfalo africano; algo casi inaudito.

Nos preguntamos los nombres colectivos de cada animal que vemos. ¿Jirafas? Si están de pie, son una torre; si están en movimiento, son un viaje. ¿Y las cebras? Son harenes.

Un santuario de vida salvaje

Kapama fue una granja propiedad del ganadero Johanne Roode y su esposa, Lente, para su ganado Bonsmara. Pero siendo esto Sudáfrica, el ganado fue consumido por depredadores en tiempo récord y ahora los grandes animales vagan por estas llanuras.

El concepto de ecoturismo aún no había tomado fama, pero la pareja, sin saberlo, estaba sentando las bases de lo que se convertiría en un vasto santuario para la fauna africana en el territorio de safari de Lowveld.

A lo largo de los años, su tamaño ha aumentado hasta las 15 mil hectáreas, y crecerá de forma responsable a medida que se disponga de tierras y fondos. Hasta el 90 por ciento del personal es de la zona, nacido en la reserva y sus alrededores. Llevan este lugar en la sangre.

Logramos avistar el primer día a todos y cada uno de los cinco grandes animales de África: el león, el leopardo, el rinoceronte, el elefante y el búfalo africano, algo casi inaudito.

En nuestro primer día, el despertador programado a las cinco de la mañana suena cuando ya me he levantado de la cama. Soy todo lo contrario a una persona madrugadora, pero si hay algo que puede motivarme a despertar temprano, es la emoción de un safari al amanecer. Me gustaría oír el rugido de un león mientras disfruto mi café negro.

Después del café, subimos a nuestro cómodo vehículo 4×4 y nos dirigimos a la sabana, justo cuando el sol empieza a asomarse entre los picos desarbolados de las montañas Drakensberg.

En Sudáfrica cuentan con 21 parques nacionales y unas 42 reservas privadas de caza, pero hay mucha confusión sobre cómo se gestionan y qué ofrecen. En cuanto a las similitudes, todas las grandes reservas sudafricanas están rodeadas de vallas perimetrales, incluido el Parque Nacional Kruger; al oeste se encuentra Kapama.

Ambos forman parte del Gran Parque Kruger. Los límites existen con el objetivo de proteger la vida salvaje de la invasión humana y combatir la caza furtiva, pero no son zoológicos. Ambos ofrecen la oportunidad de observar animales, y ahí radica la principal diferencia entre los dos.

Demasiado cerca

Los Parques Nacionales son accesibles para cualquiera en cualquier tipo de vehículo. Verás berlinas de dos puertas, abarrotados autobuses, auténticas embarcaciones de safari y todo lo que se te ocurra. Están obligados a ceñirse a la carretera. A menudo, se ve un convoy de autos parados frente a unos cuantos rinocerontes.

En una reserva privada, la exclusividad garantiza un acceso íntimo. Rara vez nos cruzamos con otro jeep de safari mientras estamos fuera.

Nos acercamos tanto a un elefante, que sus pestañas casi rozan mi mejilla.

Nos acercamos tanto a un elefante que sus pestañas casi rozan mi mejilla.

Los animales nos ven como un gran objeto ambiental más que como un conjunto de individuos o amenazas.

“Ven el camión como una unidad; están acostumbrados a su forma”, explica Dumi.

Se nos dice que no cambiemos la forma de la unidad, que no nos pongamos de pie o asomemos, ya que la fauna sigue manteniendo su sano temor hacia nosotros, así como su instinto de proteger a sus crías. ¿Alguna vez te ha advertido un elefante macho que te alejes? No es algo que quieras experimentar.

Experiencia de vinculación

Una de las cosas que más nos gusta al salir de safari es el vínculo que nos crea la experiencia compartida. En nuestro segundo día nos adentramos en lo más recóndito de la sabana, donde encontramos los huesos de un viejo cráneo de rinoceronte. Dumi se detiene y habla con Arthur, nuestro rastreador, para asegurarse de que no hay peligro en que salgamos del jeep.

Arthur siempre nos acompaña, ocupando un asiento especial sobre el faro izquierdo, donde vigila constantemente la carretera en busca de huellas.

“¿Alguien quiere sujetarlo?” pregunta Dumi.

Yo lo hago; es como levantar un yunque. Este animal fue víctima de cazadores furtivos. Arthur y Dumi aún recuerdan cuando lo encontraron hace cinco años.

“Es una barbaridad lo que hacen. Utilizan un machete y lo clavan profundamente en la cara para poder llegar al cuerno. Simplemente lo cortan; es horrible”, nos dice.

Otros rinocerontes han sobrevivido a asaltos tan salvajes; hoy existe una fuerte presencia contra la caza furtiva.

El segundo día nos adentramos en lo más recóndito de la sabana, donde encontramos los huesos de un viejo cráneo de rinoceronte.

Nunca sabemos lo que nos vamos a encontrar cuando nos detenemos a ver un bonito atardecer; siempre es en un lugar diferente. Dumi lo consulta con Arthur y le da el visto bueno antes de que bajemos del vehículo. Mientras platicamos, disfrutamos de algunas bebidas y aperitivos sobre una pequeña mesa con mantel.

En ese lugar, aprovechamos para caminar un poco, y encontramos mandíbulas en la tierra: unos cuantos dientes aquí y allá. Estamos en una meseta con un estanque de agua a unos 300 metros. Buscamos hipopótamos pero no vemos ninguno, al menos aquí. Si los hubiera, Arthur no nos habría dejado parar.

Antes de continuar el recorrido nos reímos con otro “Dumifact”: “¿Una cebra es negra con rayas blancas o blanca con rayas negras?”, pregunta.

No estamos seguros, pero nos arriesgamos a adivinar. Sabemos que se avecina una gran sorpresa.

Dumi es quien mejor lo cuenta.

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