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Aunque es una de sus impulsoras, ChatGPT, el ‘chatbot’ alimentado con datos, no ha oído hablar de la CTO de OpenAI, Mira Murati, en ningún momento. Te explicamos.

Resulta increíblemente revelador que la película favorita de Mira Murati sea 2001: Una odisea del espacio, que trata de las posibilidades y debilidades del avance tecnológico. Su canción favorita, ‘Paranoid Android’ de Radiohead, está inspirada en la novela de Douglas Adams, The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy (La guía del autoestopista galáctico).

En el libro, el personaje Marvin the Paranoid Android tiene el cerebro del tamaño de un planeta, pero se aburre y deprime con los trabajos triviales que le asignan los humanos, como abrir puertas. La canción procede de la obra maestra de Radiohead de 1997 OK Computer, cuyo título, también inspirado en Adams, habla de la alienación que supone vivir en una sociedad tecnológicamente dependiente.

Si intuyes algo, estás en lo cierto. Estas obras de arte profetizaban un futuro que OpenAI, con sede en San Francisco, y Murati, directora de tecnología que dirige los equipos de investigación, productos y seguridad de OpenAI, están creando, y en el que nos encontramos viviendo sin darnos cuenta.

Un rápido ascenso

¿Quién es esta millennial tecnófila que tiene nuestro futuro en sus manos? Nacida en Albania, Murati se trasladó a Canadá a los 16 años para asistir a la renombrada escuela internacional Pearson United World College antes de licenciarse en ingeniería mecánica en Dartmouth, una universidad de investigación, considerada de las mejores, o Ivy League.

Tras un breve paso por Goldman Sachs, Murati trabajó un año en Zodiac Aerospace como ingeniera de conceptos avanzados. Pero en 2013, durante sus tres años en Tesla como directora de producto senior del Modelo X, fue testigo de las primeras iteraciones del software de asistencia al conductor de piloto automático con IA y de las líneas de montaje robotizadas con IA que darían forma a su futuro.

En 2016 y durante dos años, dirigió los equipos de producto e ingeniería en Leap Motion antes de unirse a OpenAI en 2018, donde lideraba la estrategia de hardware, así como al equipo de investigación de aprendizaje de refuerzo.

“ChatGPT es esencialmente un gran modelo conversacional – una gran red neuronal entrenada para predecir la siguiente palabra – y los retos a los que se enfrenta son similares a los que vemos con los grandes modelos lingüísticos básicos: puede inventarse hechos”.

Sin embargo, cuando fue ascendida a directora de tecnología en marzo de 2022, seis meses antes de que se pusieran en marcha sus publicitadas herramientas de IA, Murati se convirtió en una de las principales voces de la tecnología de IA que está cambiando al mundo.

Desde la década de 1950, los humanos han empezado a desarrollar y, posteriormente, a utilizar la inteligencia artificial: dispositivos domésticos inteligentes, chatbots, banca y streaming, por nombrar algunos. En septiembre de 2022, OpenAI lanzó el programa de imágenes generativas DALL-E 2 y, dos meses después, el chatbot de IA ChatGPT, que responde a preguntas complejas con una articulación similar a la humana. Al instante, la IA cautivó la imaginación del público.

También alertó al mundo sobre la revolución de la IA y la (hasta ahora) no regulada nueva generación de avances tecnológicos que se nos viene encima, nos guste o no. Pero, en este momento, parece que sí nos gusta.

Tecnología pionera

La estrategia de OpenAI ha consistido en probar sus herramientas en público de forma gratuita mientras aún están en fase de feedback. Como resultado, de febrero a abril de este año, el tráfico de OpenAI creció hasta alcanzar la cifra récord de 1,800 millones de visitantes mensuales. Ahora ChatGPT tiene más de 100 millones de usuarios, mientras que el producto Codex de OpenAI está llamado a revolucionar la forma en que el mundo utiliza las computadoras, ya que analiza el lenguaje natural y genera código como respuesta.

Las herramientas también han convertido a OpenAI en la marca de IA más importante y reconocible del mundo, al tiempo que han consolidado a Murati como una de las superestrellas tecnológicas mundiales de su generación. Ya ha aparecido en un reportaje en Time y en The Daily Show con Trevor Noah.

“Proporcionamos algunas orientaciones sobre cómo abordar estas cuestiones. No es de obligado cumplimiento. Lo sabemos, pero es un primer paso para abrir el diálogo y el debate sobre cómo avanzar en el despliegue y hacer que estos sistemas sean más fiables”.

OpenAI también parece haber ganado una ventaja astronómica sobre el proyecto de IA DeepMind de Google, que ayudó a desarrollar parte de la tecnología en la que se basa ChatGPT. Según The New York Times, Google emitió recientemente un “código rojo” en torno al lanzamiento de productos de IA y propuso un “carril verde” para acortar el proceso de evaluación y mitigación de posibles daños.

Mientras tanto, el gigante tecnológico Microsoft ha invertido $10,000 millones de dólares en OpenAI y, de acuerdo con The Washington Post, está trabajando para incorporarla a su popular software ofimático y vender el acceso a la herramienta a otras empresas. Techcrunch publicó que empresas como Sequoia Capital, Andreessen Horowitz, Thrive y K2 Global han invertido más de $300 millones de dólares en OpenAI, con una valoración de entre $27,000 y $29,000 millones de dólares.

Un trabajo en curso

A pesar de la exageración, Murati admite a Time que la tecnología de OpenAI tiene algunos inconvenientes significativos que deberían hacer que todos los estudiantes del mundo revisen dos veces sus tareas inspiradas en la IA.

“ChatGPT es esencialmente un gran modelo conversacional – una gran red neuronal entrenada para predecir la siguiente palabra – y los retos que plantea son similares a los que vemos con los grandes modelos lingüísticos básicos: puede inventarse hechos”, explica.

Esta creatividad se conoce en el mundo de la tecnología como “alucinación”; ChatGPT incluye una advertencia que indica que ocasionalmente puede generar información incorrecta, mientras que su límite de conocimiento es 2021. Intencionalmente o no, el chatbot de Murati, muy querido y alimentado con datos, nunca ha oído hablar de ella en ningún sentido.

Probar herramientas en público es una estrategia interesante si tenemos en cuenta que OpenAI fue cofundada inicialmente por Elon Musk (que la abandonó en 2018 debido a un conflicto de intereses), el presidente Greg Brockman, el CEO Sam Altman y el científico en jefe Ilya Sutskever, como un laboratorio de investigación para contrarrestar la “mala” IA y abogar por un uso responsable de la tecnología.

Sin embargo, el éxito de OpenAI ha hecho aún más urgente el cuestionamiento del papel de la IA en nuestras vidas. ¿Ayudará la inteligencia artificial a resolver problemas globales complejos como el cambio climático, la pobreza, el hambre o la crisis de Oriente Próximo? A riesgo de sonar alarmista, ¿irá incluso más allá de la mera sustitución de puestos de trabajo humanos para acabar erradicándonos y convertirse en el siguiente paso evolutivo del planeta Tierra?

Reglamentar el futuro

Murati cree que hay que fijar una estrella polar para la IA, y afirma a Time: “¿Cuál es la cuestión ética o filosófica clave que aún tenemos que resolver? Es importante que OpenAI y empresas como la nuestra lo hagan público de forma controlada y responsable. Pero somos un pequeño grupo de personas, y necesitamos muchas más aportaciones a este sistema y muchas más aportaciones que vayan más allá de las tecnologías: sin duda, reguladores y gobiernos y todos los demás”, dice.

Explica también los tres ámbitos que preocupan en relación con la IA al participar en un panel en CogX, una de las principales conferencias y festivales sobre IA y tecnologías emergentes.

“Es importante que OpenAI y empresas como la nuestra lo hagan público de forma controlada y responsable”.

“Uno gira en torno al uso indebido, el otro es la mitigación de los daños no intencionados, y el tercero son las personas que están detrás del desarrollo de la tecnología, los comentarios, el acceso al producto”, comenta.

“Proporcionamos algunas orientaciones sobre cómo abordar estas cuestiones. No es de obligado cumplimiento. Lo sabemos, pero es un primer paso para abrir el diálogo y el debate sobre cómo avanzar en el despliegue y hacer que estos sistemas sean más fiables. Es un primer paso, y también lo veo como una especie de documento vivo en el que aprenderemos más”, agrega.

Murati está a la vanguardia de estos aprendizajes. Recientemente se ha convertido en miembro del consejo de Unlearn.AI, una startup sanitaria con sede en San Francisco cuya aplicación de la IA está revolucionando la atención médica, el diagnóstico y el tratamiento. Por ejemplo, la empresa utiliza software de aprendizaje automático para crear perfiles de “gemelos digitales” de pacientes en ensayos clínicos, lo que podría reducir los costos para los desarrolladores de fármacos y minimizar la necesidad de receptores de placebo.

Aunque estas aplicaciones parecen positivas, el futuro lo determinará. ¿Se convertirá la IA en sierva o dueña de la humanidad? Las preguntas planteadas se hacen eco del libro La guía del autoestopista galáctico, que se pondera por lo primero. En la historia, un personaje pide el control de una computadora. “Vale, ordenador, quiero el control manual total ahora”, dice.

“Entendido”, responde el ordenador.

Esperemos que las futuras generaciones compartan el optimismo de Adams y ahora de Murati.

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