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“No sabía que era pobre”

En una entrevista exclusiva con The CEO Magazine, el experimentado empresario e inversor de Shark Tank, Robert Herjavec revela por qué se negó a ser definido por la pobreza de su familia.

Robert Herjavec tenía sólo ocho años cuando él y sus padres llegaron a Canadá en 1970 en un barco procedente de la Yugoslavia comunista (actual Croacia). La familia sólo tenía 20 dólares en los bolsillos y una maleta con sus pocas pertenencias.

Este fue el momento que cambió para siempre el concepto de identidad de aquel joven. Para algunos, su futuro como inmigrante parecería estar escrito; sin embargo, Herjavec estaba decidido a superar la pobreza de su familia.

En los años siguientes, Herjavec tomó las riendas de su propia narrativa y demostró ser un formidable fundador y empresario. Vendió su empresa de software BRAK Systems por 30 millones de dólares en el 2000, antes de fundar Herjavec Group, empresa de seguridad informática con sede en Toronto. También ha aparecido como inversor en Dragon’s Den en Canadá y Shark Tank tanto en Estados Unidos como en Australia.

“Creo que muchos inmigrantes y personas desfavorecidas no creen que puedan convertirse en directores ejecutivos de una empresa o iniciar y dirigir una empresa”.

“No supe que era pobre hasta que fui a la escuela en Canadá y otros niños me dijeron: ‘Eres pobre’”, cuenta a The CEO Magazine. “No teníamos esa relatividad de ricos o pobres, o desfavorecidos o privilegiados, porque yo venía de un pueblecito de tierra donde todo el mundo estaba en la misma situación, así que eso fue muy duro”, asegura.

“Creo que eso da a la mayoría de los inmigrantes mucho empuje y ganas de encajar. Por otro lado, también creo que te da un poco de desequilibrio en el que nunca acabas de sentir que lo has conseguido, lo que crea cierta paranoia”, agrega.

Mayores riesgos

Aunque Herjavec dice que se consideraba inmigrante y a sus padres refugiados, sabe que su infancia ha influido mucho en su perspectiva.

“Estaba cenando con Mark Cuban durante Shark Tank, como solemos hacer todos, y le dije a Mark: ‘¿Siempre supiste que ibas a ser rico?’. Y él respondió: ‘Sí, desde el día en que empecé supe que iba a ser rico’”, relata.

“Porque lo único que recuerdo es que no quería ser pobre. Hay un cierto miedo e incertidumbre que todavía albergo y que creo que es difícil dejar atrás cuando te desplazan de esa manera. No es una excusa, es mi psique”, asegura.

“Si tuviera que volver a hacerlo, habría soñado más grande porque me llevó mucho tiempo salir de mi visión del mundo debido a mi origen. Creo que muchos inmigrantes y personas desfavorecidas no creen que puedan llegar a ser directores generales de una empresa o crear y dirigir una compañía”, explica.

Al principio Herjavec vivía en el sótano de un amigo y no entendía nada de inglés. Pero aprendió el idioma mientras sus padres se esforzaban por pagar una casa propia y entonces se convirtió en la primera persona de su familia en ir a la universidad, licenciándose en literatura inglesa.

“No tener que trabajar duro es un lujo que yo no tuve. Mis padres tampoco”.

Trabajó en la industria cinematográfica antes de solicitar un empleo en una empresa tecnológica, trabajando gratis mientras aprendía todo lo que podía y sirviendo mesas por las noches para mantenerse. Entonces, ¿cómo superó Herjavec la “mentalidad de inmigrante”, que podría haberle limitado? Sencillas matemáticas.

“Tenía 20 años y un día empecé a pensar en comprar una casa: típico inmigrante, lo primero que quieres es comprar una casa”, dice riendo. “Recuerdo que calculé cuánto capital necesitaba como entrada y cuánto sueldo ganaba y cuáles eran mis impuestos”, expresa.

“Entonces me di cuenta de que no había ningún escenario razonable en el que pudiera ahorrar suficiente dinero para el pago inicial. Tenía que tomar una decisión: o vivía como mis padres, que acabaron pagando su casa a los 60 años, o tenía que salir a buscar capital”, agrega.

“En Norteamérica, lo más difícil de conseguir en la vida es el capital: es más fácil obtener grandes ingresos que hacer crecer el capital. Empecé a calcular los números, porque soy un tipo muy orientado a los números, y me dije: ‘Tengo que empezar a asumir mayores riesgos’. En aquel momento no tenía nada, así que pensé que si alguna vez iba a hacerlo, lo hiciera en ese momento que tenía menos que perder”, señala.

Capital humano

Así que salió y creó y vendió una serie de empresas. Herjavec, al que ahora se le pide consejo a menudo sobre cómo convertirse en un fundador de éxito, señala que no disponer de fondos suficientes suele ser una de las razones que se aducen para no crear una empresa. Pero él sostiene que ser pobre no debe considerarse un obstáculo para tener éxito.

“Tienes que ser realista sobre tu situación. Creo que las mayores mentiras que nos contamos en la vida son las que nos decimos a nosotros mismos”, señala.

“Hay demasiada gente que piensa que si ahorra lo suficiente podrá comprar un concesionario de coches, por ejemplo. Pero si realmente quieres ser empresario y no tienes dinero, entonces tienes que meterte en un campo que valore más el capital humano que el dinero. El mejor capital para montar un negocio es tu propio capital humano”, asegura.

Y hay que estar dispuesto a trabajar muchas horas, algo con lo que Herjavec ve que la nueva generación tiene dificultades en algunos aspectos. “Nunca trabajaré un día en mi vida tan duro como trabajó mi padre y trabajo todo el tiempo. Pero no estoy en una fábrica en condiciones horribles”, reflexiona.

“La gente no es realista sobre el trabajo duro. Siempre dicen que están dispuestos a trabajar duro, pero a la hora de la verdad, no creo que mucha gente lo haga. No en el sentido de ‘voy a trabajar dos horas más’, sino en el sentido obsesivo compulsivo de ‘haré lo que haga falta’”, agrega.

“Los grandes empresarios lo son por excepción, no por derecho. Incluso en la generación actual, en la que tal vez sea popular no trabajar duro, siempre habrá alguien que no pueda permitirse ese lujo. Siempre digo que no tener que trabajar duro es un lujo y yo no tuve ese lujo. Mis padres tampoco lo tuvieron. En cada generación siempre hay una cantidad excepcional de gente que trabajará y hará lo que haga falta”, señala.

Aunque Herjavec ha conseguido muchos logros materiales y es muy respetado, sigue luchando con su mentalidad. “Siempre tengo miedo de que alguien me lo quite, porque a mí me lo quitaron todo. He visto lo que les hizo a mis padres”, dice.

“Creo que para lograr una gran riqueza o un gran éxito hay que estar dispuesto a arriesgar más que la persona media. No puedes convertirte en empresario desde una posición de seguridad. No se monta un negocio para estar seguro: es arriesgado por naturaleza”, asegura.

“Hay cierto miedo e incertidumbre que aún albergo al día de hoy y creo que es difícil de soltar cuando te desplazan de esa manera”.

Todos los empresarios atraviesan altibajos a medida que superan obstáculos, y Herjavec ha tenido que encontrar la manera de que su inseguridad en este terreno no le frene. Valorar la vida más allá de las posesiones materiales le ha mantenido humilde y centrado en lo que es importante para él.

“No soy un tipo muy dado al dinero. No me malinterpreten, me encantan los aviones y esas cosas, pero nunca ha sido lo que me ha movido”, dice.  “Lo que más me impulsó fue lo mucho que trabajaron mi madre y mi padre para darme una oportunidad. Y a medida que fui creciendo, empecé a apreciar y entender que ‘Vaya, estas personas lo sacrificaron todo para darme una oportunidad’. ¿Y yo voy a convertirme en un mando intermedio en una empresa cualquiera?”, reflexiona.

Herjavec con su esposa Kym, a quien conoció en Dancing with the Stars

“Sentí que tenía que justificar su sacrificio. Sé que mucha gente no lo siente así y que mis padres nunca me obligaron a ello. En un momento dado, pagué la hipoteca de mi madre y se enfadó mucho. Recuperó la hipoteca, trajo el dinero a mi casa y me dijo: ‘Nunca hemos necesitado nada de ti, salvo que seas feliz’”, agrega.

Alegría y admiración

Herjavec da prioridad a dedicar tiempo a la vida fuera del mundo de los negocios. Le gusta especialmente pasar tiempo con sus gemelos, que cumplen seis años en abril, y dice que hacer las cosas que le gustan le convierte en mejor jefe.

“Una de las cosas que la gente no aprecia de ser empresario es que supone una cantidad increíble de trabajo, pero puedes planificar tu tiempo”, explica. “¿Trabajo menos que antes? Probablemente no, pero puedo hacerlo según mi horario, así que nunca me he perdido algo que fuera importante para mis hijos. También aprendes, a medida que las cosas van más de prisa, que tienes que estar más inmerso en el momento: no puedes estar en todas partes”, asegura.

Herjavec, fotografiado junto a otros inversionistas de la serie de televisión estadounidense Shark Tank, que se emitió en la cadena ABC

“Para lograr una gran riqueza o un gran éxito, hay que estar dispuesto a arriesgar más que la persona media”.

Sabiendo que gran parte de su empuje y sentido de la responsabilidad para triunfar proceden de su infancia, ¿cómo se siente el empresario al ver que sus cinco hijos tienen un comienzo de vida tan diferente? ¿Le preocupa que les falte la ambición que él tuvo con su educación privilegiada?

“Mi respuesta habitual, hasta hace poco, era que me preocupaba porque ellos no tienen ese impulso externo que yo tenía, y espero que lo consigan y bla, bla, bla”, explica. “Pero entonces un amigo me dijo que lo que les había inculcado era alegría y asombro. Y fue como un momento de ‘ajá’ para mí y me hizo sentir muy bien”, asegura.

“Me hago muchas preguntas y estoy continuamente fascinado por el mundo, por el potencial humano, por cómo funcionan las cosas, y siempre intento encontrar una manera diferente de hacer las cosas. Encuentro una gran alegría en la vida. Creo que es un privilegio estar aquí y que mi vida es un privilegio; siento mucha alegría por todo eso”, agrega.

“Espero que si mis hijos ven el mundo a través de esas dos lentes, el resto se resuelva solo. Si no tienes alegría de vivir, es difícil ser feliz y si no eres feliz es realmente difícil alcanzar cualquier nivel de grandeza”, concluye.

Y con una sonrisa radiante en la cara, está claro que a Herjavec aún le queda mucho por hacer.

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