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Marie André Destarac, la ingeniera guatemalteca que lideró al equipo que creó el primer exoesqueleto pediátrico del mundo comparte su historia.

La llegada de Marie André Destarac al sector de la robótica no era parte de su plan. Más bien quería aplicar sus conocimientos de ingeniería a la medicina.

“Tal vez porque tengo una familia en la que muchos son médicos. Me llamaba la atención cómo la ingeniería podría darle un soporte a la medicina, tratando de resolver problemas que había en el día a día durante el tratamiento de pacientes, etc., y facilitarle el trabajo al médico”, señala en entrevista con The CEO Magazine.

“Yo creo que el mundo de la robótica parece un mundo casi aparte, de ciencia ficción. Y, en realidad, creo que mi llegada a este mundo se debió a un proyecto de investigación que estaba haciendo cuando todavía estaba en Guatemala”, comenta.

Inspirada por un joven ingeniero mecánico fue que incursionó en la creación de prótesis robóticas. Ese joven, que a los ocho años perdió su brazo en un accidente y mientras estudiaba su maestría en Taiwán vio brazos robóticos, regresó a su natal Guatemala y presentándose en la universidad donde Destarac estudiaba y trabajaba, les dijo: “Yo quiero ayudarlos, quiero ser su conejillo de indias”, recuerda ella.

“Y fue maravilloso trabajar con él porque te daba la perspectiva, no solamente de paciente, de usuario, sino también la perspectiva como ingeniero, porque al final él estudió ingeniería mecánica. Entonces, esa doble visión fue fundamental para nosotros, para el equipo”, señala.

Para ella, el haber tenido la oportunidad de ver a ese joven servirse un vaso de agua con su prótesis fue algo muy especial.

“Él lo que hacía era con un solo brazo, el que sí tenía, abría la botella de agua, después se servía en el vaso, luego agarraba el vaso con la misma mano y ya está. Pero ese día, él tenía sus dos manos disponibles, una con la prótesis y otra con la suya, y se pudo servir un vaso con agua, que es algo tan normal para nosotros. Verlo sonreír —se rió realmente, soltó una carcajada—, a mí me impactó, me robó el corazón definitivamente. Yo dije: ‘Esto es lo que yo quiero hacer el resto de mi vida’. O sea, yo quiero que las aplicaciones que pueda desarrollar con otros equipos le puedan transformar la vida a una persona de esta manera y que mejore en algo su día a día. Y así fue como el foco lo puse en la robótica”.

“El mundo de la robótica parece un mundo casi aparte, uno de ciencia ficción”.

Esa experiencia llevó a la ingeniera en Electrónica a estudiar su maestría y doctorado en robótica, en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). 

De acuerdo con ella, esto fue posible gracias a dos becas. La primera —que le otorgó el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España— la puso a trabajar directamente en el grupo de investigación de la Universidad, que empezaba su investigación sobre exoesqueletos. “Eso fue bueno para mí porque pude participar prácticamente en todas las etapas, desde el diseño hasta el tener un prototipo que ya fuera funcional”.

Mientras que la segunda fue otorgada por el Ministerio de Ciencia y fue con la que consiguió su doctorado. “Sabía que en este mundo en el que vivimos ahora, para poder hacer investigación, se necesita un doctorado. No van a ser tomados en cuenta tus resultados si no tienes el título de doctor”, señala la única mujer entre los nombrados “innovadores menores de 35”, por el MIT Technology Review en 2015.

Sobre el reconocimiento, comenta que “la verdad eso ha sido para mí impresionante, porque al final vas haciendo contactos o incluso amigos que también están haciendo cosas muy interesantes en otros campos, y pueden haber colaboraciones. Esas oportunidades, yo creo que son invaluables y es lo que yo quizás más valoro de este tipo de reconocimientos”.

Investigación y empresa

Destarac considera que algo que le ayudó en su carrera fue que la beca de doctorado estipulaba que la investigación se tenía que hacer en una empresa en lugar de en una universidad, y bajo el mandato de que la investigación se transfiriera a la sociedad a través de un producto.

“O sea, que no se quede la investigación como un prototipo de laboratorio, que no sale, nunca lo ve la sociedad. Entonces, cambia totalmente todo, porque aquí ya los plazos son muy estrictos. Obviamente, siempre estás con la balanza de presupuesto-tiempo, cuánto presupuesto tengo, cuánto tiempo tengo. Pero por otro lado, es lo que hace que tu investigación sea muy aplicada”, asegura.

En su opinión, una ventaja de esto es que tienes el acceso al cliente. “Es decir, siempre vas a tener esa interacción constante con el cliente; en este caso, el paciente”, enfatiza.

“En estos tiempos en los que ahora vivimos, para poder hacer investigación, se necesita un doctorado. No van a ser tomados en cuenta tus resultados si no tienes el título de doctor”.

El haber combinado la investigación con la parte empresarial, le abrió los ojos: “Ya no solo he hecho investigación, sino que entiendo cuáles son todos los procesos desde que diseñas un prototipo hasta que finalmente se convierte en un producto que llega al mercado y que luego, en el mercado, tiene que sufrir transformaciones para adaptarse a las necesidades del cliente”, comenta Destarac.

“Creo que la robótica que he tenido oportunidad de hacer es muy horizontal en el sentido de que cubro todos los aspectos; puedes ir descubriendo cómo llegar al mercado cuando estás hablando de una tecnología nueva, costosa, que lleva muchísimos años de desarrollo. Pero, cuando finalmente la ves en el mercado y observas la aceptación del mismo mercado a esa tecnología, es maravilloso. Creo que es una visión interesantísima y vivirla en primera persona, para mí, ha sido un privilegio”, afirma.

De adultos a niños

Al principio de este camino Marie André Destarac trabajaba exclusivamente con adultos y después del doctorado incursionó con equipos pediátricos.

“Y eso fue impresionante, la verdad, fue un cambio muy interesante para mí. Es muy sencillo realmente; si tú ya entiendes cómo se hace un exoesqueleto, por ejemplo para el brazo, para la pierna, es muy fácil pasarlo al otro miembro. Es decir, pasar de brazo a pierna o de pierna a brazo no es tan complicado una vez que entiendes cómo la máquina se adapta. Pero lo que sí fue para mí muy interesante, y quizás de las experiencias más bonitas, es trabajar con niños. Con niños que siguen teniendo ese espíritu, esa energía que tiene cualquier niño, pero que por una enfermedad incurable no pueden caminar y que gracias a un exoesqueleto lo pueden hacer. Y durante el tiempo que lo están usando, los ves ser niños, ser niños normales, digamos. Fue una experiencia linda, muy interesante”.

El exoesqueleto que diseñó no sólo está en Europa, que es donde ha sido creado, sino ahora también en América. México es el primer país latinoamericano que tiene ya no solo uno, sino dos unidades del exoesqueleto y dentro de poco tendrá la tercera, y Chile está por tener una también.

“Yo quiero que las aplicaciones que pueda desarrollar con otros equipos le puedan transformar la vida a una persona y que mejoren en algo su día a día”.

“Es maravilloso, porque te van mandando fotos, videos de la reacción de los papás, de la reacción de los niños, de los propios fisioterapeutas y te impresionas. Te das cuenta que todo el esfuerzo de un equipo gigantesco, un equipazo, ha tenido su recompensa. Y que vale la pena que esa investigación no sea solo un prototipo que se quede en un laboratorio, sino que finalmente pueda llegar a la sociedad”, señala.

De cara al futuro

Respecto a la idea de que los robots van a sustituir al humano en ciertas tareas, Destarac está parcialmente de acuerdo.

“La mejor analogía para mí es que cuando surgieron las computadoras a nivel masivo, es decir, cuando ya cualquiera podía comprar una computadora, desaparecieron ciertos puestos de trabajo porque una computadora automatizaba ciertos procesos. ¿Y qué pasó? Mejoraron las condiciones laborales y se obligó a que las personas de esos puestos que desaparecieron se capacitaran más, con lo cual tenían más formación, mejores condiciones, mejor salario”.

En su opinión, ahora está pasando algo similar con tareas donde habían muchos accidentes, como en las de rescate o la fabricación de autos.

“Antes, las piezas pesadas de los carros, como las puertas, el chasis, eran guiadas por los propios operarios a una grúa para posicionarlas. Y en el camino, una de las cuerdas podía romperse. ¿Y a quién le cae?, directamente al operario. Ahora siempre que hay una parte pesada del carro, es un robot el que está ahí guiando o el que la está posicionando”, comenta.

“Regresando al tema de exoesqueletos, a un niño que tiene una discapacidad, el reto es ponerlo de pie. ¿Tú lo puedes hacer como humano? O sea, tú le pides a un compañero, también fisioterapeuta, que entre los dos o entre tres personas lo pongan de pie. Pero, ¿cuánto tiempo vas a aguantar tú o tu compañero? En algún momento te empiezan a doler los brazos, empiezas a mover al niño, entonces ya no está en la posición adecuada. Hasta ahí llegas. Ahora, imagínate a un humano intentando mover las piernas de ese niño para que camine. Eso es imposible, no se puede”, agrega.

“Entonces, ahora resulta que hay una máquina que puede hacer todo eso por ti con una precisión muy buena, que no se cansa. Que si hubiera algún problema, lo que va a hacer es detenerse y no pasa más. O sea, no va a lesionar al niño, no te vas a lesionar tú como fisioterapeuta porque el niño tal vez te da una patada; al robot no le va a pasar nada porque sucedan estas cosas», explica.

“Antes era impensable que un niño con una discapacidad de este tipo pudiera caminar, y ahora un robot nos demuestra que sí es posible, que hay una máquina que lo puede hacer. Y al mismo tiempo, mientras se pone de pie, está recopilando una serie de datos que antes no podía tener un fisioterapeuta, porque no tenía los sensores que hoy están capturando esa información. Y toda la información, ya sabemos que los datos son el oro actual, esos datos que está recopilando, son muy importantes para conocer qué tan efectiva está siendo la terapia”, concluye Marie André Destarac.

Más mujeres en STEM

Según Destarac, los tres ejes para acercar a las niñas a carreras STEM (acrónimo que hace referencia a Science, Technology, Engineering, Math; traducido al español: Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas), son: 

  • Que no haya distinción entre hombre y mujer en juguetes o actividades
  • Que en los colegios y casas se fomente que tanto hombres como mujeres participen en todas las actividades de enseñanza sin separación
  • Que busquen acercarse a otras mujeres que pueden ser ejemplo porque están en nuevos campos profesionales

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