Se calcula que en el año 2050 habrá más plástico en el océano que peces. Pero por muy preocupante que sea, el plástico es también una parte esencial de nuestra vida moderna, y decir simplemente a la gente que recicle o utilice menos no ha sido una estrategia muy acertada. En todo el mundo sólo se recicla el 9 por ciento de los plásticos, pese a que su uso se ha cuadruplicado en los últimos 30 años.
Por supuesto que la contaminación no es el único problema que rodea a la fabricación de plásticos. También está el hecho de que se fabrican a partir de combustibles fósiles, que son recursos cada vez más escasos. Encontrar una alternativa ha sido el objetivo de algunas organizaciones innovadoras que intentan crear polímeros a partir de fuentes de combustible renovables, como el maíz y los bioplásticos.
Uluu, una empresa emergente con sede en Australia Occidental, ha desarrollado otra nueva y emocionante alternativa al plástico no fósil. La empresa está consiguiendo beneficios tanto medioambientales como sociales con su producto a base de algas marinas.
Como ocurre con todas las startups, no sólo es importante la innovación, sino también contar con el liderazgo adecuado. Sin él, el éxito de cualquier organización que pretenda forjar un nuevo camino será limitado.
La oceanógrafa y cofundadora de Uluu, Julia Reisser, explica que abordar problemas como el plástico procedente de combustibles fósiles y la contaminación resultante requiere una determinada actitud, que se centra más en la edad de la empresa que en quienes la dirigen.
“Hemos nacido para ayudar al planeta”, afirma entusiasmada. “No sé si es necesariamente el liderazgo joven; puede ser gente mayor creando nuevas startups, pero se están fundando empresas jóvenes en esta nueva era en la que estamos informando sobre el impacto a nivel de consejos de administración y en otros ámbitos”, asegura Reisser.
El cofundador Michael Kingsbury está de acuerdo. “La experiencia tiene sus pros y sus contras. No somos científicos de fermentación ni de materiales, pero esta nueva industria ofrece oportunidades para ver este tema desde otra perspectiva”, afirma.
Introducir cualquier producto nuevo en el mercado puede ser difícil para una empresa pequeña, sobre todo si espera llenar un vacío que ha sido notoriamente difícil de cubrir. Pero Reisser cree que las startups tienen ventaja sobre las empresas tradicionales en este terreno.
“Tenemos la habilidad de ser ágiles de una forma que las grandes organizaciones no pueden”, señala. “He trabajado en organizaciones más grandes y en universidades, pero trabajar en una startup atrae porque puedes tener un impacto más directo”, señala.
“Quería ver si podíamos llevar la aceleración de la ciencia a resultados tangibles que realmente cambien los sistemas y ayuden a tener un planeta más sano”, agrega.
Extrayendo y fermentando los azúcares de las algas, los científicos de Uluu son capaces de extraer polihidroxialcanoatos (PHA) para crear gránulos de bioplástico. Los PHA son biodegradables, y la empresa pretende centrarse primero en los envases y los textiles como industrias en las que sus productos pueden sustituir al plástico tradicional derivado de los combustibles fósiles.
Pero, al igual que otras empresas emergentes centradas en la sostenibilidad, el producto es sólo una parte de la historia. Al abastecerse de algas de los cultivadores, Uluu descubrió el potencial de otro impacto positivo.
“El 65 por ciento de los cultivadores de algas del sudeste asiático son mujeres”, explica Reisser. “Algo que nos alegra mucho es que, a medida que establecimos nuestro negocio, vimos que hay mucho potencial para el empoderamiento femenino, que es la forma más rápida de empoderar a una comunidad”, asegura.
La empresa también espera colaborar con el gobierno australiano para facilitar la transferencia de conocimientos entre los cultivadores de algas de Indonesia, de donde Uluu se abastece actualmente, y las mujeres indígenas de comunidades remotas de Australia. Esta podría ser una oportunidad de negocio que permitiría a las mujeres permanecer en el país y también dar autonomía a sus comunidades.
Como muchos líderes jóvenes, Reisser y Kingsbury se inspiran en mentores y figuras respetadas en su vida profesional.
“Siempre admiras a la gente que te apoya y es generosa con su tiempo y predica con el ejemplo”, reconoce Kingsbury. “Sentimos que nos corresponde a nosotros hacer lo mismo cuando también viene gente más joven”, asegura.
Ambos se sienten cómodos utilizando las redes sociales y son ambiciosos sobre su papel en la comunicación con una audiencia global. La primera ronda de financiación de la empresa fue básicamente colaboración colectiva a través de Facebook.
“A medida que crecemos, queremos utilizarlo como una herramienta educativa mejor”, afirma Reisser. “Nos gustaría utilizarlo para difundir realmente contenidos valiosos, no sólo ruido. El reto y uno de los placeres del trabajo es comunicar nuestra misión a un público muy diverso”, señala.
Kingsbury está de acuerdo y añade que Uluu está bien preparada para asumir este reto.
“Es un momento importante para abordar la contaminación por plásticos. Está claro que los plásticos fósiles son un problema arraigado en la economía de los combustibles fósiles y necesitamos desvincularnos de ella”, asegura.
“Hay un gran sistema a nuestro alrededor que necesita cambiar, pero eso también es una oportunidad para nosotros de liderar el camino en ese ámbito”, concluye.