Tras abandonar su sueño de convertirse en escritora, Leanora Horne tuvo un momento de reflexión. Después de trabajar varias veces en negocios ajenos, quería crear el suyo.
Pero, ¿cómo hacerlo? Primero recurrió a Google y tecleó: “¿Cómo me convierto en empresaria?”. La respuesta fue inmediata: haz un curso.
Es una pregunta que se hace con frecuencia, por lo que la educación empresarial está experimentando un aumento significativo de la demanda como consecuencia de ello. Sin embargo, hay división de opiniones sobre si es el camino correcto. Algunos creen en el poder de la educación formal, otros creen que es un proceso de ensayo y error, mientras que otros creen que el espíritu empresarial se lleva en la sangre y, sencillamente, no se puede aprender.
Horne siguió el consejo y se matriculó en el máster del Wade Institute of Entrepreneurship de Melbourne.
“A las pocas horas de estar en el aula, supe que había elegido el camino correcto”, explica a The CEO Magazine.
Un intenso año después, obtuvo una nueva titulación, nuevos conocimientos en ámbitos como el control financiero y la experiencia práctica en la creación de empresas, una parte importante del curso. Había conocido a numerosos expertos, había creado su propia red de contactos y ahora se sentía segura para poner en práctica lo aprendido.
“Ser emprendedor exige que las organizaciones reaccionen con rapidez y lo hagan con eficacia, lo que requiere entender cómo aplicar los principios de las lean startups. Requiere la voluntad de asumir riesgos, basándose en el conocimiento, la intuición y la aplicación de un estilo de liderazgo colaborativo sustentado por valores”.
- Chris Pilgrim
“Podría haber dirigido un negocio de productos para bebés sin el máster, pero habría sido una prueba de fuego”, reflexiona Horne. “Habría tenido que aprenderlo todo por las malas y tomado muchas decisiones clave sin conocer las mejores prácticas. El curso me proporcionó sin duda la estructura necesaria”, asegura.
Aunque al final no fundó su propia empresa, sino que optó por la vía del intraemprendimiento, atribuye a sus estudios sobre emprendimiento el mérito de haberla dotado de las habilidades necesarias para ayudar a las empresas a innovar y evolucionar desde adentro. El diseño centrado en el ser humano y las metodologías ágiles lean, le ayudaron en trabajos posteriores en empresas como Camplify, e incluso ahora como gestora de entrega de productos en Bradken, proveedor de soluciones de minería y recursos.
“La iniciativa empresarial y el espíritu emprendedor pueden desarrollarse en cualquier persona”, afirma Chris Pilgrim, vicerrector adjunto y director académico de la Universidad de Swinburne, que creó la Escuela Australiana de Graduados de Emprendimiento en 2001.
“Ser emprendedor exige que las organizaciones reaccionen con rapidez y lo hagan con eficacia, lo que requiere entender cómo aplicar los principios de las lean startups. Requiere la voluntad de asumir riesgos, basándose en el conocimiento, la intuición y la aplicación de un estilo de liderazgo colaborativo sustentado por valores”, comenta.
En marzo de 2020, ante la magnitud de la crisis sanitaria mundial, la demanda de cursos en línea aumentó 66 por ciento interanual, según Studyportals. Pero ya había aumentado antes de la pandemia. De acuerdo con AACSB International, el número de programas de nivel de grado aumentó 23.75 por ciento entre 2017–2018 y 2019–2020, y las escuelas del norte de Europa y América del Norte representan la mayor parte de este crecimiento.Un cambio en el aprendizaje
Pero, por supuesto, conlleva sus retos. “Uno de los principales retos de la enseñanza y el aprendizaje del espíritu empresarial es conseguir que la gente reconozca lo creativos que pueden ser”, explica. “Esto requiere romper viejos patrones cognitivos, asumir riesgos y reconocer que podemos hacer las cosas de otra manera”, indica.
En Estados Unidos, el enfoque de la Wharton School sobre este tema se basa en las tres fases clave del viaje empresarial: ideación, evaluación y ampliación.
“La financiación y el asesoramiento son también funciones esenciales para apoyar a las empresas en crecimiento”, explica Lori Rosenkopf, vicedecana de iniciativa empresarial. “Y, por supuesto, crear una mentalidad de crecimiento y resiliencia también es muy importante”, afirma.
En la esquina opuesta, Lance Ng, de Singapur, creó su primera empresa a los 25 años, tras un breve paso por el mundo empresarial. Además de su pequeña agencia de marketing, hace poco cofundó Scrapp Deals, una empresa de gestión de residuos respaldada por capital de riesgo.
“He sido empresario la mayor parte de mi carrera”, confirma.
Cree firmemente que los empresarios se caracterizan por ciertos rasgos que no pueden aprenderse, como un mayor apetito por el riesgo y mayores niveles de motivación y determinación.
“Creo que estos rasgos son innatos”, afirma. “Puedes enseñar a cualquiera a tocar el piano o a jugar tenis, pero no puedes convertir a alguien en situación de calle en un pianista o tenista profesional de talla mundial si carece del talento innato que le ayuda a avanzar rápidamente y le da esa ventaja natural”, explica.
“Ocurre lo mismo con ser empresario: se puede enseñar a cualquiera a crear y dirigir una empresa, pero que realmente disfrute hacerlo o tenga éxito a un nivel muy alto tiene mucho que ver con la predisposición innata”, asegura.
“Puedes enseñar a cualquiera a tocar el piano o a jugar tenis, pero no puedes convertir a alguien en situación de calle en un pianista o tenista profesional de talla mundial si carece del talento innato que le ayuda a avanzar rápidamente y le da esa ventaja natural”.
- Lance Ng
Varios estudios apoyan también la idea de que los rasgos emprendedores proceden del ADN. A través de su trabajo de investigación, Scott A. Shane, catedrático de estudios empresariales de la Case Western Reserve University, descubrió que la tendencia a ser empresario tenía un componente genético, al igual que la tendencia a identificar nuevas oportunidades de negocio y generar ingresos por cuenta propia.
Además, una encuesta realizada en 2006 en Estados Unidos por la Escuela de Emprendimiento Tecnológico de la Universidad Northeastern, mostró que 62 por ciento de los emprendedores de ese país citaron el “impulso innato” como su principal motivación para poner en marcha su propia empresa, mientras que sólo el uno por ciento seleccionó la “educación superior”. No solo eso, el 42 por ciento de los encuestados también afirmó que lanzaron su primera empresa en la infancia.
Después de todo, la lista de empresarios que nunca terminaron la universidad es larga: Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Melanie Perkins, Michael Dell, Daniel Ek y Evan Williams, por nombrar algunos. Richard Branson ni siquiera terminó la preparatoria.
Sin embargo, incluso Branson cree que todo el mundo nace siendo emprendedor, lo que hace la diferencia son las oportunidades a las que tienen acceso. El año pasado lanzó su curso Disruptive Entrepreneurship con la plataforma de aprendizaje por suscripción Masterclass. El curso abarca aspectos como el aprovechamiento de la mentalidad del aventurero y el liderazgo con propósito.
“A lo largo de mi vida, me he sentido atraído por las aventuras empresariales imposibles que despiertan mi curiosidad”, declaró Branson con motivo de su lanzamiento. “Sin embargo, he aprendido que alcanzar las estrellas requiere una mentalidad atrevida y disruptiva, y estoy encantado de compartir mis experiencias personales y profesionales para ayudar a guiar a la próxima generación de innovadores que buscan cambiar el mundo”, dice.
Tras dedicar años a investigar el tema, Ethan Mollick, también de Wharton, ha ideado un “enfoque científico” que las startups pueden utilizar para recopilar datos, lo que aumentará sus posibilidades de éxito, haciendo más accesible el emprendimiento en general. Su libro de 2020 The Unicorn’s Shadow trata de disipar los conceptos erróneos en torno a la idea del espíritu empresarial que pueden frenar tanto a los individuos como a la sociedad.A la sombra del unicornio
Tanto Branson como Ng creen en la importancia de la tutoría y también de aprender del fracaso para crear un camino hacia el éxito empresarial. Karen Beattie, fundadora y directora ejecutiva de la plataforma de aprendizaje en línea The Growth Faculty, también está de acuerdo.
“Es realmente importante tener esa base educativa, pero como en todo, la experiencia es realmente primordial y aprendes a través de tus fracasos aún más”, afirma. “Te vuelves más resistente y, a medida que tu negocio crece, tu capacidad para gestionar esos retos y recuperarse es mucho mayor”, añade.
Destaca las habilidades de liderazgo como especialmente primordiales y ha creado una empresa dedicada a hacerlas más accesibles para los líderes de pequeñas y medianas empresas.
“Este aprendizaje debe tener lugar en todas las etapas del viaje empresarial”, subraya. “A medida que cambien tus necesidades empresariales, cambiará tu necesidad educativa conforme crezca tu negocio”, dice.
Así pues, que ciertos rasgos empresariales sean innatos o no, se ha convertido en algo irrelevante: los empresarios de hoy no son todos del mismo molde. Pero ahora las herramientas y el apoyo están disponibles para ayudar a cualquier persona con pasión y una gran idea que la acompañe en su viaje empresarial.