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El whisky más antiguo de Talisker, Forests of the Deep, forma parte de una importante asociación de conservación para regenerar los agotados campos de algas marinas del mundo. Y cuando zarpó un barco que transportaba científicos para estudiar los bosques submarinos, llevaba un sorprendente cargamento que desempeñaría un papel crucial para dar vida al whisky de malta.

Cuando un grupo de biólogos marinos y cineastas zarpó de Ciudad del Cabo a bordo de un pequeño barco en marzo del 2021, su misión era estudiar el Gran Bosque Marino Africano, un inmenso hábitat de algas submarinas en peligro de extinción que se extiende a lo largo de 1,000 kilómetros, desde la costa del Cabo de Buena Esperanza, hasta las playas meridionales de Namibia.

Además de las toneladas de equipo científico y cámaras especializadas, el buque llevaba otro cargamento inesperado amarrado a su proa: suficientes duelas de roble suavemente curvadas para hacer 10 barriles que se transportarían a la isla de Skye, frente a la costa occidental de Escocia, donde se carbonizarían cuidadosamente sobre algas cultivadas de forma sostenible y se utilizarían para dar sabor un whisky muy especial.

Talisker’s Forests of the Deep es un single malt de edición limitada de 44 años -el lanzamiento más antiguo de la compañía- con una importante y significativa conexión con el océano. Su acabado en barricas expuestas a un aire marino tan áspero le agregó una vibrante salinidad que equilibra el suave carácter del roble acumulado durante tantos años, y despierta una complejidad poco frecuente en un whisky escocés tan añejo.

Sólo se han producido 1,997 botellas, que se venden en todo el mundo a unos 5,000 dólares cada una y se espera que se agoten más en 44 días, que en 44 años.

Es el resultado de una asociación entre Talisker, propiedad del gigante de las bebidas Diageo, y los renombrados conservacionistas Parley For The Oceans, organizadores de la expedición. Juntos se han comprometido a regenerar 100 kilómetros cuadrados del bosque de algas marinas en los próximos 12 meses. Estas algas son uno de los captadores de dióxido de carbono más eficaces del planeta, pero grandes extensiones han desaparecido debido a la contaminación y al calentamiento del mar.

Escocés en las rocas

Talisker ha tenido un fuerte vínculo con el mar desde el día en que los hermanos Hugh y Kenneth MacAskill fundaron su destilería en 1830 en las rocosas orillas de Loch Harport, cerca de la escarpada costa oriental de la isla azotada por el viento. El nombre significa «roca inclinada» en nórdico antiguo.

Desde el principio, el agua utilizada para la producción se extrae de Cnoc nan Speireag, un manantial natural próximo a la destilería, y fluye sobre lechos de turba, lo que añade profundidad y sofisticación al whisky.

Además, la turba quemada durante el malteado aporta el característico sabor ahumado que ha hecho ganar a la marca decenas de premios internacionales y décadas de elogios de los conocedores.

Pero muchos se sorprenden al saber que, hasta hace relativamente poco, una proporción sustancial de la producción de Talisker -y de la mayoría de los demás productores escoceses- eran whiskies de mezcla. 

En realidad, el auge de los whiskies de malta nació de la mayor crisis a la que se enfrentó la industria en los años setenta y ochenta, cuando el whisky se encontró decididamente fuera de moda. 

Las ventas cayeron en picada y los consumidores se decantaron por cocteles con vodka, refrescos de vino y ginebra.  Las cervezas artesanales y los vinos del nuevo mundo -procedentes de áreas fuera de los viñedos de Europa- inundaron el mercado. Mientras, la pobre bebida espirituosa oscura fue etiquetada como bebida de personas mayores, es decir, como algo que tus padres tomaban en su época.

Sin demanda para su producción, muchas destilerías cerraron y otras se encontraron de repente con enormes volúmenes de existencias que se conocieron como el whisky loch.

Compradores con una sola mentalidad

Pero en lugar de abrir una barrica para ahogar sus penas colectivas, la industria ideó una ingeniosa estratagema: comercializar sus whiskies de barrica única como licores lujosos y deseables que merecían un precio superior. 

No pasó mucho tiempo antes de que el single malt se convirtiera en el patrón oro, venerado por coleccionistas, aficionados y ostentosos anfitriones que competían por ver quién tenía la botella más antigua y rara. 

Sí, el cambio de marca fue un golpe maestro de reinvención que impulsó una bebida moribunda a nuevos niveles de prestigio. 

La calidad del whisky no había cambiado mucho -en las pruebas de degustación, pocos podían distinguir entre los whiskies individuales y las mezclas-, pero ahora era un producto de lujo, y los inversores empezaban a husmear, atraídos por unos rendimientos que a menudo superaban a los de las acciones.  

En 2019, The Single Malt Fund se convirtió en la primera cartera gestionada basada en whisky que cotiza en bolsa, recaudando 26 millones de dólares en capital y logrando un impresionante crecimiento anual del 25 por ciento. 

Las recompensas en el mercado del llamado oro líquido pueden ser extraordinarias: en 2021, la subasta Distillers One on One de Sotheby’s recaudó 4.1 millones de dólares, gracias a que pujadores de todo el mundo arrebataron variedades poco comunes. Sólo cuatro botellas de Glenfiddich de los años 50 alcanzaron los 1.4 millones de dólares. Un barril de Talisker de 43 años se vendió por 860,000 dólares, el doble de su precio estimado.

El valor de las ediciones limitadas de whisky creció 478 por ciento en la última década, según el Informe sobre la Riqueza 2021 de Knight Frank. Más que el del oro, los coches de época, el vino o el arte. 

Comprar y conservar

Todo ello significa que unas cuantas botellas de Forests of the Deep se guardarán inevitablemente en bodegas o cajas fuertes en lugar de ser consumidas.

«Como se lanzan tan pocas botellas, sin duda ha atraído a los coleccionistas», explica Katie Nagar, embajadora australiana de Talisker y experta en whisky, a The CEO Magazine.

«Los single malts raros de Talisker son muy codiciados, por lo que su valor puede aumentar considerablemente. Algunos de nuestros clientes privados los conservarán como inversión», agrega.

Puede que sea una decisión económica inteligente, pero la consecuencia desafortunada es que no podrán saborear uno de los whiskies mejor recibidos de los últimos años. 

El influyente sitio web WhiskyNotes lo declaró una «obra maestra», mientras que el comentarista de whisky belga Mark Dermal se mostró entusiasmado: «El final es brillante. Se pueden oler las algas, ¡de verdad! Un ligero toque de yodo y sal marina, una cálida playa de arena sobre la que empiezan a cernirse nubes de tormenta, una hoguera casi apagada, sacos de yute, cuerdas de barco. Un viejo barco pesquero balanceándose suavemente contra el muelle… tostadas de pan integral con paté de cordero y langosta a la parrilla». Nagar también es un fan.

«Tiene el clásico sabor a algas y salado de Talisker, pero el final le da tanta fuerza. Obtienes lo mejor de ambos mundos: el aplomo de una especia ahumada y bellamente ennoblecida, pero con la dulzura de la lactosa en el paladar delantero», dice.

Forests of the Deep demuestra que incluso en una industria impregnada de tradición, en la que los productos tardan literalmente décadas en alcanzar la perfección, hay espacio para la innovación y la experimentación. 

Esas humildes tiras de roble amarradas a la cubierta en uno de los tramos de agua más traicioneros del mundo contribuyeron a una misión de regeneración de hábitats devastados, y crearon un exquisito whisky marítimo cuyo carácter e historia están increíblemente entrelazados con el mar.

Asociación pionera

Para el fundador de Parley by the Oceans, Cyrill Gutsch, Talisker era el socio perfecto para su importante labor.

«Talisker siempre ha estado profundamente arraigada al mar y su compromiso de preservar las algas marinas. Es pionero en un camino que otras marcas pueden seguir», explica a The CEO Magazine. «Así que para nosotros tenía mucho sentido asociarnos para proteger los bosques de las profundidades que rodean el hogar de Talisker -la isla de Skye- y el 25 por ciento de las costas del mundo», agrega.

«La asociación no sólo está empoderando e inspirando a los consumidores a unirse al movimiento, sino que también está creando tendencias en la industria para que otros en el espacio modifiquen sus modelos de negocio y encuentren formas creativas de mejorar sus productos y apoyar la protección de los océanos», finaliza.

 

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